viernes, 11 de septiembre de 2015

15. Maldita interrupción.

Los grandes momentos de la vida cotidiana, suelen estar interrumpidos. Esas interrupciones nos enervan, nos llenan de bronca… Y muchas veces nos avergüenzan.

Ese momento en donde los adultos se dan cuenta que creciste, que ya no sos esa persona pequeñita y que dentro de poco, vas a volar del nido. Ese momento, es crucial y es uno de esos que no se olvidan nunca más.

Las mejillas coloradas y ardientes de la vergüenza nos delatan, pero también, nos delatan las ganas y la necesidad de crecer. Porque es natural, y porque todos lo hacemos. Crecer es necesario y nuestros padres tienen que entenderlo.



Después de almorzar, estábamos en mi cuarto. Ella acostada en mi cama y yo sentada en la silla de mi escritorio.

- ¿Queres qué hagamos algo? –Pregunté.-
- ¿Algo como qué?
- No, no sé. Pregunto por si te estás aburriendo.
- No estoy aburrida si es eso lo que te preocupa.
- Bueno, mejor entonces.

Ella no tenía puestos sus zapatos. Me acerqué a ella y puse sus piernas sobre mis piernas, para hacerle masajes.

- Ah, sos completo. –Dijo relajándose.-
-Reí.- Te veo tensionada.
- El laburo a veces me deja así.
- Ay, pobrecita ella.

Y Paula no respondió, tan solo se dedicó a disfrutar de mis masajes.

- Te quiero llevar a mi casa. –Dijo riendo.-
- Cuando quieras. -Reí también.- ¿No era que no podías vivir con nadie?
-Reí.- Ya te dije que estás cambiando muchas cosas en mi vida.
- ¿Tantas?
- No sé, vamos a ver hasta donde llegas. –Reímos.-
- Hasta donde vos me dejes.
- Creo que con vos, no tengo límites.
- Apa, qué tentador suena eso.
- ¡Deja de tener la mente tan podrida!
-Reí.- Vos tenes la mente podrida.
- ¡Anda! –Dijo riendo y yo también reí.-

Besé su pierna derecha hasta quedar acostado sobre ella. Sus piernas me trabaron sobre su cuerpo y sus manos me tomaron por la nuca.

- ¡Ves que tenes la mente podrida! –Dijo besándome.-
- Vos me estás dejando.
- Era obvio que ibas a terminar así. –Dijo.-
-Reí.- Y bueno… ¿No se podía?
- Sí, supongo.
- ¿Qué supones?
- Que sí…
- ¿Sí?
- Sí.
- Bueno, mejor. –Y la besé.-
- ¿Estás seguro que tus viejos no van a venir?
- Están en el laburo, relajate.
- Hace que me relaje.
- Como te gusta tentarme.
- Me gusta sentirte.

Y me dirigí  su cuello, para llenarla de besos. Desabroché la camisa que llevaba puesta y la abrí. Mis labios bajaron por su pecho, hasta su abdomen.

Me tomó de la cabeza y me obligó a volver a su boca. Nos sentamos con nuestras piernas enroscadas y ella quitó mi remera.

- Sos muy hermosa. ¿Sabías?
- Sí, me lo dijiste muchas veces.
- Ay, pero cuánta seguridad.
- Y bueno, bancatela.
- ¿Qué me banque qué?
- Estar con una mujer segura y no con una pendejita cualquiera.
- Me la re banco y me encanta. –La besé.- Igual, sos medio ciclotímica.
- Cuidadito eh.
-Reí.- No te lo dije mal.
- ¿Y por qué lo decís?
- Porque siempre estás distinta.
-Rio.- Para, quiero decirte algo.
- ¿Qué?
-Suspiró.- Te juro que estás haciendo que me conozca, ni yo sé quien soy. –Se encogió de hombros.- Perdón si cambio mucho.
-La besé.- Me encanta saber que estoy haciendo cosas buenas en tu vida.
-Sonrió.- Mucho más que eso. –Nos sonreímos y nos besamos.-

Volvimos a acostarnos, yo sobre ella y estábamos tan entretenidos en los labios del otro que nunca nos enteramos que había llegado a mi vieja. Claro, que hasta que abrió la puerta de mi habitación. ¡Sin avisar!

Paula se puso roja y yo también.

- ¿Qué haces Pedrito?

Me levanté y corrí detrás de mi vieja mientras me ponía la remera, cerré la puerta. ¡Quería matarla!

- ¿No te parece que me merezco un poco de privacidad? ¡No soy más un nene! –Grité.-
- ¿Me podes explicar qué estabas haciendo?
- ¿De verdad queres que te lo explique?
- Sí.
- Estaba por hacer el amor con mi novia. –Sentencié.- ¿Algún problema?
- ¿Vos no eras virgen?
- ¡Era vieja! ¡Era! ¡Acepta que tu nene creció!
- ¿Y esa chica es tu novia?
- Sí.
- ¡Quiero conocerla!
- ¡Ni se te ocurra!
- Pero…
- ¡Pero nada!
- Me parece muy grande para vos.
-Suspiré.- No te vas a meter en mi vida otra vez. No te lo voy a permitir.
- ¡Pero sos mi hijo Pedro!
- ¡Pero es mi vida!

Y entré a la habitación, pegando un portazo. Paula ya tenía su ropa acomodada y estaba a punto de largarse a llorar.

- Perdón, no sé qué decirte.
- Yo creo que mejor me voy.
- ¡No! No vamos a darle el gusto.
- No quiero traerte problemas y tiene razón, soy muy grande para vos.
-Suspiré y tomé su mano.- Vos no sos un problema para mí.
- ¿Me das un abrazo?
- Obvio que sí, veni.

La abracé y besé su mejilla.

- Perdón, de verdad.
- Ya está, no pasa nada. –Me dijo.-
-Suspiré.- No quería hacerte sentir así.
- Ya pasó Pepe.
- No, no pasó. –Me separé un poco de ella.- Te moriste de vergüenza.
- Y vos también.
- Si me sirvió para que entienda que crecí, por mí no me importa. –Acaricié su mejilla.- Pero por vos me da cosa, perdón. De verdad.
- Ya está, no es tu culpa.
- Nunca viene a almorzar a casa, no sé que se le dio.
-Se encogió de hombros.- Ya está, de verdad. –Hizo una pausa.- Y me tengo que ir.
- No quiero que te vayas enojada.
- No estoy enojada.
- ¿Segura?
- Sí Pepe. Basta de darle vueltas.
-Reí.- Bueno, está bien. Te acompaño.
- Dale, ni loca bajo sola. –Reímos.-

Bajamos y por suerte, la cocina estaba apartada del living, donde estaba le entrada. Salimos de la casa y nos besamos.

- ¿Nos hablamos?
- Sí Pepe.
- Acordate eh.
- No me olvido de vos, tranquilo.
-Sonreí y la besé.- Anda, dale.
- Nos vemos.
- Perdón…
- Ya está, no pasa nada. –Me besó.-
- ¿Segura?
- Sí Pepe.
- Nos vemos entonces.
- Siempre.

Nos dimos un último beso y después de que se fue, entré a la casa.

- ¿Tiene auto? ¿Cuántos años tiene esa chica Pedro?
- ¡No es problema tuyo!
- No voy a dejar que te metas en problemas.
- No, obvio que no. ¡Nunca me dejaste! ¡Siempre me tuviste adentro de una caja de cristal!
- ¿Y está mal eso?
- ¡Sí mamá, sí! Esa no es la realidad.
- Vas a dejar de ver a esa chica.
-Largué una carcajada.- ¡Ni loco!
- Buscate una de tu edad Pedro.
- ¡Mi vida va a empezar a ser mía y va a dejar de ser tuya!
- ¡La vas a dejar Pedro!
- ¡No! Y le voy a poner cerradura a mi cuarto.
- ¿A vos te parece traerla acá?
- ¡Es mi casa también!
- ¿Cuántas veces la viste? ¿La conoces?
- No me voy a fumar tu cuestionario.
- ¡Pedro!
- ¡Es mi vida vieja, entendelo!
- Quiero cuidarte.
- Me cuidas dejando que haga lo que siento.
- ¿La queres?
- Basta mamá.

Y corrí a mi habitación, en dónde me encerré.

“Pau, no es nada urgente, pero me gustaría hablar con vos. Cuando puedas.”
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Primer doblete de Primera Vez! ☺

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